Criticas realizadas por Federico Casado Reina
Psicólogo de formación, Enamorado del cine desde pequeño. Desde 1984 ha ejercido como crítico en ABC, Onda Cero, Radio Nacional o Canal Sur, entre otros medios de comunicación. Creativo, guionista y realizador, es Jefe de Desarrollo de Maestranza Films.
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Apasionante crónica.
Resulta por menos que sorprendente que un realizador que se denomina a sí mismo como "agnóstico intermitente", esté tan preocupado con temas tan espirituales como los trazados en prácticamente toda su filmografía desde sus inicios, con botones de muestra como "Los Gritos del Silencio" -una ejemplar reflexión sobre la amistad-, "La Misión" -la fe y la redención entendida desde diferentes puntos de vista-, "La Letra Escarlata" -la intolerancia frente a la solidaridad-, o por supuesto "La Ciudad de la alegría" -la entrega incondicional hacia los que más lo necesitan-. Una vez trazado este camino artístico, no es de extrañar que acometa con la peliaguda misión de llevar a la pantalla la vida de Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei. Con un guión escrito por el propio Joffé, y una producción realmente espléndida, Joffé narra de manera apasionante no solo la vida del sacerdote, sino que realiza una ejemplar cronología de España desde principios del siglo XX hasta 1982, entrando de lleno en acontecimientos tan tocados en nuestra filmografía como el establecimiento de la Segunda República o la Guerra Civil Española. De la misma manera que los literatos británicos hispanistas Ian Gibson, Hugh Thomas o Paul Preston han sabido distanciarse los suficiente como para enfocar con certeza la realidad de la España a principios del siglo XX, Joffé también consigue huir de los clásicos arquetipos maniqueos; como en "La Misión", se utiliza a dos personajes para plantear los diferentes planteamientos frente a un mismo fenómeno, que en este caso es la fe: uno -el sacerdote- decide entregar su vida a hacer el bien, intentando ayudar a todo el que se cruza en su camino; el otro -el hijo de un rico empresario- opta por estar siempre del lado de los ganadores, y por eso se convierte en espía de los fascistas en 1936, entrando a formar parte un batallón de milicianos. Un punto algo negativo del film es la abrupta estructura del guión, que salta -a veces demasiado caprichosamente- entre varias líneas temporales, provocando unos cambios de ritmo que hacen bajar varios enteros al desarrollo de la historia. No obstante, estamos ante un film sólido, bien contado y de una gran fuerza visual. A pesar de todos los títulos nacionales -e internacionales- que se han realizado para la gran pantalla sobre la contienda bélica de España en 1936, es quizás esta película la que mejor -y más espectacularmente- haya contado en imágenes la evolución de esa guerra fratricida que asoló nuestro país de punta a cabo. Articulada como una apasionante película de aventuras, el film avanza con unas trepidantes secuencias de acción que subrayan la frenética actividad de los dos personajes, aunque añade algunas notas del justo lirismo y épica que ambos personajes necesitan -uno por su fe, el otro por la atormentada existencia que él mismo ha elegido para vivir...-. No hace falta hablar de la excelencia técnica del film, que resulta esplendorosa a cada plano, y que con una fotografía impresionante y una banda sonora de Stephen Warbeck, consigue conmover y turbar prácticamente en cada secuencia, logrando un nivel realmente magnífico. Especial atención merece la interpretación de Charlie Cox -"Stardust"- encarnando a Escrivá de Balaguer, con un registro soberbio, dándole una gran cantidad de matices que paradójicamente, su némesis en el film, Wes Bentley -"American Beauty"- no consigue alcanzar en ningún momento. El resto de secundarios está realmente bien encajado, con cameos tan interesantes como los de Geraldine Chaplin o un genial Derek Jacobi, que protagoniza dos de las secuencias más conmovedoras y emotivas de toda la película. Pero lo mejor de todo, lo que me resulta más inteligente, es que se ha huido de toda polémica o vinculación ideológica, contando una historia que "está inspirada en hechos reales", pero que ficcionada en buena parte, logra captar toda nuestra atención con los muchos matices que establece de principio a fin, con un dibujo de personajes muy preciso y bien trazado, así como un desarrollo argumental brillante.
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Antología de la supervivencia.
Seguramente no había un mejor director que Danny Boyle para hacer esta película. Lo digo porque desde su primera película film, todas sus películas hablan en mayor o menor medida de la vida y de cómo la supervivencia termina imponiéndose a todas las contingencias que aparezcan, por difíciles que éstas sean: ya sea uno yonki en Edimburgo (“Trainspotting”), un turista americano ávido de aventuras en una paradisíaca isla de Asia (“La Isla”), un mensajero de un Londres asolado por zombies (“28 días”), un científico que tiene la misión de reactivar el sol con una bomba atómica para que la raza humana entera sobreviva (“Sunshine”), o un pordiosero de las calles de Nueva Delhi que se ve metido en un concurso televisivo (“Slumdog Millionaire”), todos ellos luchan por sobrevivir. Y por supuesto, llegamos a su mejor y más claro superviviente, Aron Ralston, un montañero que se quedó atascado en una garganta con su brazo apresado y su irrefrenable deseo de sobrevivir le permitió no solo salir adelante durante 127 casi sin agua ni comida, sino que además tuvo que amputarse parte del brazo derecho para salir de allí. Todas las filigranas visuales de Boyle están al servicio de una ágil narración, quizás demasiado frívola y heredera de la generación MTV para un tema tan brutalmente dramático. Hablando de un film como “Buried” (Enterrado), donde también se juega con la claustrofobia, Rodrigo Cortés tuvo un planteamiento mucho más sobrio, menos videoclipero para mostrar la angustia vital de alguien que se ve atrapado en un espacio físico y tiene que sobrevivir como sea. Pero siendo justos, Boyle hace gala de una capacidad superlativa a la hora de contar una historia en imágenes, convirtiéndose, junto a Winterbottom y Lars Von Trier, en uno de los cineastas más rompedores visualmente, y más originales a la hora de vertebrar una historia sólidamente, con las dosis justas de tensión y con unas poderosísimas imágenes que cautivan ya desde el arranque del film. La piedra angular del film es James Franco, un actor que por fin ha visto el momento de mostrar su enorme capacidad interpretativa en un papel hecho a su medida: un joven aventurero, ávido de nuevas sensaciones y que, literalmente “va por libre” por encima de sus muchas novias, sus padres, sus hermanos…y el planeta entero. Resulta irónico que sea ese mismo planeta que tanto le gusta explorar el que le gaste una broma de muy mal gusto, dejándolo encallado entre piedras, y lo obligue a replantearse su vida. Basada en un caso real que deslumbró al mundo entero, la historia de este montañero sirve además para que Boyle repase –otra vez- el sentido de la vida en la sociedad anglosajona contemporánea, en la que las libertades individuales están por encima absolutamente de todo, incluso de uno mismo y de sus propios sentimientos. Este planteamiento rayano en el egoísmo más salvaje –es de hecho buena parte de la filosofía vital de occidente en la actualidad, en el que impera el “sálvese quien pueda”, y con la crisis ahora más que nunca…- también se pone en tela de juicio cuando simplificamos todos los factores de la existencia de alguien, y nos quedamos (como diría Maslow) con las necesidades primarias ante la inmensidad de la naturaleza, dándonos cuenta que somos tan insignificantes que toda muestra de vanidad resulta completamente ridícula. El mensaje que el director lanza con gran habilidad y lucidez, por muy envuelto en imágenes virgueras, llega incólume al espectador, que tiene tiempo de saborearlo con toda la untuosidad de una sinfonía visual propia de los videojuegos: todos necesitamos a alguien, por chulos, autosuficientes y duros que seamos; el hombre es un ser social y más allá del riesgo, del vértigo por vivir, del goce de la superación ante la adversidad, está el amor. All you need is love, parafraseando a Lennon. Así plantea Boyle esta nueva antología de la supervivencia, que se merece todos los premios habidos y por haber, tanto por la innovación visual y el montaje (otra vez) como por el calado y profundidad de su mensaje. Y en cuanto a la polémica suscitada por la literalidad de sus imágenes en el momento crítico de la amputación, no estoy de acuerdo en que sea excesivamente cruel. Alejada de lo que podría ser el clásico docudrama de una biografía famosa, “127 horas” es una brillante y refrescante apuesta que deslumbra en todo momento.
Espero que os gusten, tanto como a mí. ¡Disfrutadlas!
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